sábado, 8 de julio de 2017

Ella.


Ella no entendía que en la vida nadie dice “lo siento” antes que “te odio”. Ella era intensa, tenía un corazón que no le cabía en el pecho. Era valiente, y sabía serlo. Era capaz de ayudarte aunque no fuese a beneficiarse de ello. Porque dentro lleva luz. Con una sonrisa era capaz de iluminar el más gris de tus días. Porque perderse en una conversación con ella era encontrar el dorado.

Sabía hacerse adictiva, hacerse indispensable. Entendía el sufrimiento, y por eso sabía como no hacértelo entender. Porque ella no era como los demás. Ella nunca hacía algo que no quisiera que le hicieran. Sabía ser sentimental, mirarte con tanta profundidad que entendías al instante que te entendía, y que lo sentía. Pero también era divertida. Era una noche de verano. Imprevisible, impensable. Indispensable. Hace que te sientas afortunado por estar cerca. Consigue que quieras saber cada día más, conocerla tanto como puedas. Necesitas hacerle entender todo, hacer que vea la suerte que es tenerla. No todo el mundo es como ella, no todos son luz. Y a la oscuridad le cuesta aceptar la luz. Por eso intenta hacerle entender que no es buena, que hace cosas mal. Y a la luz le cuesta entender la oscuridad, y cree poder tener la culpa de todos esos problemas.

Por eso ella necesita escuchar que la gente ve su luz. Que consigue iluminar días grises, y que la suerte es poder disfrutar de ella. Porque nadie va a decirle eso, por mucho que lo merezca, por mucho que lo necesite.

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